Deláture

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sábado, 26 de octubre de 2013

Un Pingüino En La Biblioteca



En la Biblioteca Darío Echandía, el vigilante de la noche tiene un pingüino de mascota. Es un ser  silencioso pero exigente con su amo. De manera estricta solicita desde el periódico del día, hasta una versión muy especial, una imitación del grimorio de la Gallina Negra. Pero si el pingüino tiene el rigor de un monje al leer “El Heptamerón” en el siglo XIII, su problema es la severidad con que reclama intensidad en el aire acondicionado. Hoy asistí al taller de escritura creativa. El pingüino al parecer tenía calor. Era el día de poesía. El frío nos venció en el último round. Revisamos a Robert Graves, el mismo de “Yo, Claudio”. Del cual me acuerdo porque de niño vi la adaptación de la BBC para televisión. Eso fue cuando el pingüino no había nacido y uno permanecía más tiempo en la biblioteca. Graves es un escritor exigente con los orígenes de la antología poética, el pingüino con emular los vientos antárticos. De Graves leímos sobre su devoción hacia “La Diosa Blanca”. Para empezar dimos unos giros alrededor de las venus paleolíticas. Deseando ver en sus curvas un asomo del matriarcado en la antigua Europa. El pingüino estaba dichoso con la conferencia, pero el público y la conferencista, tiritaban de frío. Hablamos de Graves, de su mujer, de cómo en una habilidad envidiable logró llevar a su amante a vivir con su esposa, de su amor por lo femenino y de su copiosa producción literaria. Una de las cosas que me dejó pensando, fue el poco tiempo que el señalaba tenía para la poesía. Al asomarme otra vez al internet a leer de Graves, me tropecé con esta frase que dice mucho de su relación entre la prosa y la poesía: “Los libros en prosa son perros de muestra que yo crío y vendo para mantener a mi gato”. Por otro lado el vigilante no mostraba al pingüino, era suficiente con el frío para que todos lo supieran. Después de leer algo como: “Ahora cuando nuestros cuerpos arriesgan un encuentro, temen desencadenar la furia de sus sentidos, y sólo en el breve desmayo de la despedida se estremecerá tu risco o vacilará mi ola”, no se le olvida a uno que en Wimbledon, hay algo más que un torneo de tenis con una grama para un picnic. Robert von Ranke Graves, nació allí. Dejó su legado, el de todo poeta, la invocación a la Diosa Blanca es el fin de todo poema verdadero. Para el vigilante, su legado será un ensayo de cómo mantener en cautiverio un pingüino y lograr una mirada rápida a Robert Graves. Para terminar mi pasaje del blog, y para los poetas, dejo una frase de Graves sobre poesía. “Un poema perfecto es imposible. Una vez que se ha escrito, el mundo terminaría”. Para el pingüino, con el calentamiento global, un clima perfecto es imposible, pero con un buen amo y una biblioteca todo comienza.

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