Deláture

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viernes, 25 de octubre de 2013

Me Falta Un Verbo Específico



Al amanecer el autobús matraqueaba como si estuviese moribundo. A pesar de ser ruidoso, es el sonido cíclico el que te adormece. Como si tuvieras una serenata industrial que sustituye a los sedantes.  Fui a buscar a un trabajador al sur de la ciudad. Era un pintor que dejó algunas paredes sin retoque en la casa. Llevaba un libro que compré de segunda en el parque Galarza. Pero me quedé leyendo el paisaje verde de la cordillera. Cada bandazo, sacudida, me despertaba del trance. Sé que este estado es un lugar común. Sé que a todos nos ha pasado. Sé que todos estamos meditando, cavilando, discurriendo, fluyendo. Lo que no entiendo es porque no se le ha creado un verbo, uno que signifique que estas en un vehículo, que por el desplazamiento, por el vibrar cíclico que percibes del movimiento, por el paisaje cambiante, por apreciar el cambio de posición en un tiempo superior al de tu capacidad motriz, estas en la frontera del mundo de tus sueños. Por sentir eso, no hay un verbo específico. Una sola palabra que en su conjugación te de la idea de esa meditación casi obligaría, como si fuese la ley de gravedad, que te lleva a un encuentro con lo absoluto, contigo mismo. Algunas veces he pagado a un taxi para que a la azarosa voluntad de chófer, me lleve hasta gastar un monto fijo de dinero. Un paseo en el que dejo un sitio final de llegada, pero dejo a disposición del taxista en que rutas retorcidas y extensas me va gastar mi dinero. Prefiero esto con auriculares y música propia. He recibido algunas malas caras porque solicito no ser distraído hasta cumplir con el trato. Muchos quieren hablar con el cliente, como si fuese parte del contrato de utilizar un taxi. A veces no estoy seguro de que quiero con este desplazamiento, lo cierto es que busco la sensación a la que no le encuentro el verbo. Alguna vez realicé esto en un autobús. Pero terminé en un extremo de la ciudad muy tarde en la noche. Era la última parada y muy tarde en la noche. El chófer se levantó de su silla y yo todavía estaba  mirando a través de la ventana. Me despertó anunciando que era el final de su ruta. Me bajé preocupado por estar tan lejos de casa. Afortunadamente el paraje no parecía mostrar peligro. Lo curioso es la seguridad que brinda el vehículo. Cuando te dejas llevar por ese momento no hay peligro. Dos veces lo he realizado solicitado silencio, sin escuchar música, dejándome caer en ese onírico espacio, donde tu personal confluencia te da una sensación de levedad completa.

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