Un domingo familiar. Hace tiempo no almorzábamos todos en
casa, mi padre, mi hermana, mi cuñado, mi sobrino, mi hermano y mi cuñada. Realizando
este pasaje para el blog, me doy cuenta de es fácil ser juzgado por lo que se
escribe y piensa. Digo fácil porque no es literatura, ni tampoco una columna de
opinión donde te enfocas en un tema. Es un riesgo, así lo veo, expresar de
manera abierta tus ideas. Es un extraño parecer el mío, lo sé. Por otro lado,
hoy percibí la energía que tienen los niños. Mi sobrino con su idea de ser
ninja, un ninja de dos años y medio podría pensarse inofensivo, pero no es así,
es una representación muy peligrosa. Después de recibir unos golpes en la cara
y hasta escupitajos, fue una experiencia de amenaza permanente. La cosa empezó
algunos meses atrás, cuando los primos de mi sobrino le mostraron algún film de
artes marciales, una película con esos sicarios que andan en trusa. Luego,
apareció un remake de las tortugas ninjas, no sé cuál es el canal que presenta
estos comics, pero por seguridad se deben bloquear. Sé, a lo sumo, que estos
consejos no los ha tomado mi hermana. Pero yo, en compinchería con el disfraz
que le compraron para las fiestas de Halloween, le hice dos estrellas ninjas en
origami. Nunca me resultó más gratificante hacer algo en papiroflexia. Ni
cuando hice un rosa para cortejar a una mujer. Ese par de estrellas me lo quitaron
de encima. Creo haber dejado de recibir unas mil patadas y dos mil puños. Eso demuestra
que en la guerra el arte es superior a las armas. Bueno, aunque en esa cabecita, las estrellas eran de verdad. Lo cierto es que se puso a lanzar sus estrellas y
logre tener descanso. Aunque el lanzamiento de estrellas de papel de un niño de
dos años, es más azaroso que el clima acá en el trópico, nunca se sabe que va a
pasar. Al caer la noche, nos fuimos al centro comercial, como si caminar sin
sentido entre la gente fuera una actividad regocijante. En fin, me encontré con
Ricardo Arias allí. Hablamos de todo un poco. Luego lo dejamos en el terminal
de transporte y volví a casa. Un almuerzo familiar. Lo mejor.
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