Deláture

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lunes, 14 de octubre de 2013

LEY DE CONCIENCIA POR OTROS OFICIOS



Un domingo fugaz. Hoy aprovechamos para ir a piscina. Bueno, era algo más que piscina. El encuentro fue en un baño turco. Digo encuentro por ser el lugar de aglutinación del grupo. Elizabeth Molano, Estela Laguna, Diego Fernando Guzmán, Carlos Julián Ospina, Ángela María Ospina, Miguel Ángel Viña y yo. Es curioso que al terminar la lista del grupo me surja esta pregunta: ¿estará bien usar nombres propios, con apellidos y todo? Respondiéndome esa pregunta, encuentro que podrán reclamármelo más adelante, por ahora sólo me interesa saber si resultará monótono para un blog tantos nombres, si realmente aportan a esta actividad del egotorio. Bueno, es una pregunta que responderé con el tiempo. Debo mencionar que la diversión fue a cargo del anfitrión Juan Fernando Duque. Acepté su invitación a salir a “turquiar” como le llámanos. Una actividad que es gratificante por la compañía, por hablar de cosas que provocan resultados etéreos, u otros más concretos como este blog.  Pero compartir en grupo con amigos es la actividad más humana, una actividad que evoca a neandertales en una gruta, tal vez en Asturias realizando una pintura rupestre o alrededor de una fogata en la playa. Aunque todavía no tengo respuesta por parte de mi psiquiatra de porqué debo reducir mi socialización.  Lo interesante de hoy fue que imagine una Ley. Si, un texto de los que se discuten en el Senado. La Ley que me imagino se llamará: Ley de conciencia por otros oficios. Mi Ley, (ese “mí” hace que le tome cariño) será que las personas tomen consciencia del oficio que realizan otras. Con oficio, me refiero a las profesiones y quehaceres de toda naturaleza. La idea es que por ejemplo: Las maestras de jardín infantil o de guarderías, esta última palabra, “guardería”, pareciera señalar el sitio en el cual despectivamente se guardan a los niños. La idea es que estas maestras se vayan por un día a ser alcaides o carceleras en cualquier prisión, y de igual forma, los guardianes o carceleros vayan por un día a ser maestros de infantes. O que lo jueces fueran prefectos de disciplina en un colegio, y los prefectos fueran jueces por un día. Otro cambio sería los bibliotecarios por camareros y viceversa. El Psicólogo por el barman, bueno, este ya suena a lugar común, voy a tratar con un cambio un poco más radical. El abogado por el contador, este último cambio es porque conozco estudiantes de derecho con aversión a los guarismos, y conozco contadores con aversión a las leyes. En fin, estaba pensando en el soldado por el artista.  La idea resultó de saber si una persona que prestó servicio militar puede tener una imposición castrense que obnubile su sensibilidad, o que por otro lado, un artista no asimile una actividad marcial así no le encuentre propósito o sentido. Es una discusión pasajera la que presento, pero su controversia es profunda. La discusión me llegó por la objeción de conciencia. Me parece una actitud superior actuar de modo beligerante pero conforme a derecho. El rechazo a una obediencia por la cual no siento un deber ser, es una categoría superior de cordura, un modo superior de ser. La ética que lleva a una desobediencia me resulta interesante, el juicio de valor, la decisión que se toma desde la esfera personal, que se impone a las normas jurídicas por considerarlas contrarias a tu ética, es un ejercicio filosófico sugestivo. Pero saliéndome de la extensa discusión que podría resultar del tema, sólo llegué a una pequeña idea. Qué la Ley de conciencia por otros oficios debía empezar por la milicia. Si, por las fuerzas armadas. El argumento por ahora es la posibilidad de masificar la idea, es decir, quiero que todo soldado antes de salir de prestar servicio, realice una actividad cultural o artística. No estoy diciendo que no se realicen este tipo de actividades allí, ni que allá no se tenga sensibilidad, no. Lo que señalo, es que sería un requisito especial, sólo uno, que para terminar el servicio se entregue o pruebe que realizó una actividad de tal carácter. Con esto, obligaríamos a todos los que prestaron servicio, cosa que yo no hice, a que hicieran parte por un momento de las razones por las cuales prestan su servicio. Apelar a su conciencia noble, a su espíritu, a buscar un sentido por tomar las armas en una obediencia democrática. A entender si se es vigía en contra de la adversidad, si es el guardián de la dignidad de su familia. No estoy diciendo que no lo sepan, ni que no los necesitemos, ni que su actividad no demuestre humanidad. Estoy buscando un fin. Uno que le recuerde su lealtad por la Ley. La Ley que lo puso a cargar un fusil, a caminar en la selva, a soportar lenguas heladas de viento en el páramo. La que sabiendo, que a todos la conciencia nos hace cobardes, tiene que ir él al frente, ingenuo de las fuerzas de autoridad,  incauto de saber que abandera las relaciones de poder y sólo con la soberanía de su conciencia, obedecer hasta donde se lo permita, y defender la voz de su pueblo, la del artista. Si, sobre todo la del artista que no sabe que alguien custodia el escenario, que cree que no lo necesita, que los cree esbirros del poder y no sabe que el escucha, que escucha tan claro que ofrece su vida para que él sea escuchado, que también se ve incomprendido y espera que el siguiente acto si lo entienda. En fin, que recuerde el decoro con el que otros expresan su sentimientos y su ideas. Las expresiones de su pueblo. Bueno, sin discutir más, lo que quiero es que se masifique la actividad de arte. Que fuesen por un día, mimos, bailarines, coreógrafos, directores de teatro o cine (con un celular pueden hacer fácilmente una historia), guionistas, escritores, compositores,  músicos (una serenata a su patria no se puede dar con armas) o presentaciones musicales, exposiciones de pintura, declamadores o poetas. En suma, que cuando recuerden haber prestado su servicio y se le pregunte que oficio resguardó, digan contentos: la  fotografía. En una sola frase corta. Como revelando en su memoria el día que dio una producción humana que lo identificó con su género, que dejó una idea o emoción en el mundo, una que compartió con otros. Ahora bien, la respuesta corta y contundente podría ser también:   pintura, dibujo, teatro, canto coral, el dibujo de comics, la música sinfónica, diseño de modas, la narrativa, la poesía. Sé que el sentido de la estética podría estar perdido, pero lo humano se rescataría, y tal vez el humano. Luego, se reirán de sus presentaciones o cuenten con candidez su promesa estética o su objeto de arte. Es bueno que alguien que pueda fácilmente hablarte de guerra, pueda conversar de un hobbies que le dejó la experiencia, de su aprecio por una actividad de paz, de sentir como niño jugar a ser pintor. Espero que alguien no lo tome a mal, no soy un subversivo de las bellas artes. Sólo quiero una Ley macondiana, una que le de valor al espíritu. Una que inicie el fin de los ejércitos, una que proponga otros juegos a los niños. La guerra es un juego de niños, de niños que juegan a la guerra y siempre seguirán siendo niños.

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