Hoy naufragando en la
internet volví a Whitman. Recordé el viejo y descolorido libro que le compré a
Ricardo Arias. Fue un día antes de salir a regatear libros de segunda. Una
actividad que compartimos algunas veces en el año. Ricardo y yo somos
afortunados de ser de una generación que conoce el libro. Creo que las próximas
lo verán como reliquias, como la tecnología de conocimiento de los abuelos, las
herramientas de celulosa que se exhibirán en los museos del futuro, los que ahora
son bibliotecas, aunque la verdad creo que estos espacios mutarán y se
beneficiaran de la tecnología. Lo que si no se, es que pasará con el libro. Lo
cierto fue que me cansé de la pantalla del computador y saqué el libro de la estantería.
Carpe Diem, coseché el día, a pesar de las manchas viejas de agua que tenía el
libro, porque así me lo vendió Ricardo. Haciendo este texto para el blog, me
doy cuenta que le tomo cariño a las cosas, ese libro forrado con plástico a
mano se me hace cada vez más especial, solo basta abrirlo para aprovechar el
día, creo que es una de mis mejores inversiones. Hoy pensé en el blog, es
curioso, antes creía que sólo al final del día iba a pensar en él, luego escribiría
y terminaría mi ejercicio. Hoy cavilé ¿qué pensará un lector en el futuro? ¿Qué
pensarán los hombres en el futuro? ¿Será importante esto? Bueno, la reflexión
es simple, qué importa lo que los hombres piensen de nosotros en lo venidero.
No sé por qué me preocupo por algo así. No tenemos más jueces que a nosotros
mismos. Sólo basta afirmarme escribiendo. Es mi testimonio el que me rinde mi
propia virtud.
Con la esperanza de que tal vez con un verso puedas decir lo
mismo, Carpe Diem, dejo unas líneas.
“Un
niño me preguntó: ¿qué es la hierba?, Trayéndola a manos llenas,
¿Cómo
podría contestarle? Yo tampoco lo sé.
Sospecho
que es la bandera de mi carácter tejida con esperanzada tela verde
O
el pañuelo de Dios,
Una
prenda fragante dejada caer a propósito,
Con
el nombre del dueño en alguna punta, para que lo veamos y lo notemos y nos
preguntemos ¿de quién?”
Traducción de Jorge Luis Borges
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