Deláture

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domingo, 13 de octubre de 2013

CORIOLANO


“A mis más nobles amigos, suplico perdón;
en cuanto a la chusma maloliente y veleidosa,
que se vean reflejados en mí, pues no soy
espejo adulador que les engañe. Lo volveré a decir,
tratándolos así, estamos cultivando la ruina del Senado,
la cizaña de la sedición, la revuelta y la insolencia
que nosotros mismos hemos labrado, sembrado y esparcido
al dejar que se nos acerquen, a nosotros, los nobles y elegidos,
que sólo carecemos de aquella virtud y autoridad”

La palabras de Coriolano hacia el pueblo que lo destierra (3, I, 68-77)


Hoy me vi Coriolanus, dirigida por Ralph Fiennes. Una magistral versión. Recomendada. Es una adaptación cinematográfica británica de la tragedia Coriolano de Shakespeare. Ralph Fiennes además la protagoniza. Creo que serían unas buenas palabras para empezar un discurso en una tiranía. Ya me imagino un acto así por parte de un Ministro de Defensa. Un escenario descabellado, pero con la xenofobia que parece emanar de nuestros dirigentes. Espero estar equivocado en esa afirmación. Pero muchos estarán de acuerdo que nuestros dirigentes así lo demuestran. Que el desprecio que profesan por la plebe duele más con las acciones de corrupción, que mi hipotético discurso de golpe de estado. Una alocución que yo empezaría así. Claro está, en caso de que me diera el “síndrome de Uiriburu” (me pareció que de todas las dictaduras de América Latina este era un nombre muy sonoro, me refiero a la dictadura de José Félix Uriburu). Los síntomas de este síndrome se han percibido en Colombia a comienzos del siglo XXI, pero no pienso discutir sobre eso. Sólo quiero imaginarme un discurso con fuerza y por la fuerza, un relámpago en la médula  No quiero frases prefabricadas que cohesionen un discurso, que mantenga los abyectos problemas de siempre, la pobreza, la injusticia, el populismo. Tampoco quiero la lucha discursiva de potenciales géneros políticos. No, yo me imagino una presentación discursiva fulminante, una que tengamos que oír por la potencia del conflicto que acaece, uno imaginario, un golpe de Estado por ejemplo. Uno que no reconozca la presencia del otro. Que no la reconozca porque manifiesta abiertamente hacerlo. Que el pueblo sumiso deba aceptarlo. Que por un momento esa humillación y ese desprecio que exhiben con el saqueo de las arcas del pueblo, sea un acto leal y fiel. Un acto donde estaremos seguros que la coacción ideológica y por la fuerza, llegó como una peste que debemos padecer. Que la plaga exponga a los muertos como sus verdaderas víctimas. No que tengamos que hacer cálculos de que se puede hacer con la plata perdida. Bueno, ya sé que me hizo mal la película. De todos modos Shakespeare siempre lo deja a uno reflexionando.

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