Terminó la semana. Digo esto siendo el viernes. El país
enloqueció con un empate 3-3 con Chile. Lo que nos da la entrada al Mundial de
Fútbol. Empezar con un 3 en contra es complicado. Tengo la teoría, al mejor
estilo de John Grisham, Informe Pelícano,
que todo estaba calculado. Que todo era un arreglo de Estado. Que el acuerdo
era quedar 3-3 y que Chile iría al mundial con Colombia. Sólo habría que volver
a ver los últimos 5 minutos del partido para llevarse esa sensación. Por otro
lado, salimos con Juan Fernando Duque, mi hermano y mi cuñada a recoger a un ornitólogo
amigo de Juan Fernando y a dar un paseo. El recorrido fue pausado. Cada par de
minutos, en cualquier calle, salían a festejar como si hubiésemos ganado el
mundial. Ese escenario te cuestiona de manera particular, y creo que es una
pregunta “lugar común”. Estoy seguro que uno de cada diez que lean este pasaje
(donde creo no serán más de cinco) se han hecho esta pregunta, o por lo menos
así me lo cuestiono. Bueno, y si usted no lo ha hecho, la pregunta es: ¿Qué pasaría
en Colombia si ganamos el mundial? Una pregunta que está embaraza de alegría para
cualquier país. Pero sospecho, por ser colombiano, que me da estupor pensar en
el caos, en los muertos, en los heridos. Todas las tragedias que vienen anudadas con la fiesta. Las que se esconden tras bambalinas de la
celebración. Espero me perdonen el cliché de esta cuestión, pero ayer alcancé a ver algunas. Como si fuera un cíclope. El testigo del licor que se pasaban de motocicleta a motocicleta. El pasajero de automóvil que tuvo que subir el vidrio en la ventana. Que se encerró en el coche porque lo sorprenderían con un
puñado de harina de trigo, una nube como la de los devotos hindúes en el templo
Radha Rani. La diferencia es que en la India el objetivo es el cielo, se arroja
polvo de color a las alturas. Aquí piensas que estas en guerra, que es un
ataque con gas mostaza. Que con los ojos enceguecidos, la garganta seca y los
pulmones atiborrados tienes que dar una sonrisa porque es celebración.
Quedé contento con el día, hoy leí poco, pero fue un buen
cuento, bueno releí porque ya lo había leído, “El procurador de Judea”, un
cuento de Anatole France. Un texto de una antología francesa que anda por el
anaquel. Ando buscando un tema para golpear el teclado. Saqué ese libro al azar.
Un buen cuento, pero muy poco para hoy, por ocupaciones haciendo diligencias de
rutina, las necesarias para la casa. Fue un día un leve, ligero, sin mucho de qué
pensar. Algo parecido a empatar con dos penaltis. Algo como salvar el partido y
entrar al mundial. Algo que ya era seguro, pero se necesitaba ratificarlo. Algo
por autoestima, y por enfrentar días que no son tan regocijantes como lo
esperas. Porque hay días como ese 5-0 con Argentina, o ese 1-1 con Alemania,
esos sí que fueron días.
Espero con este texto, un más propio. Uno con perfume de blog, por lo menos uno
personal. Uno que responda a la idea del Egotorio. Que tenga mis confesiones políticas, musicales
y de familia, lo que sea, siempre y cuando sea mi propio encuentro. Disculpen
lo del 5-0, es que a veces nos aferramos al pasado y no disfrutamos el presente. Tengo la hipótesis de que tengo una andropausia prematura.
Habrá que ver como estarán las hormonas en el mundial.
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