Deláture

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martes, 5 de noviembre de 2013

Ubicación



Me parece una coincidencia estar leyendo Historia del Cerco de Lisboa y que me llegue un correo con la oración de adhan. Como si llegara el canto del muecín desde el otro extremo del planeta. El almuédano llamando a todos para inclinarse hacia la qibla, la dirección de la meca. Como si la humanidad necesitara de la coalescencia en una sola oración. Todos emanando energía hacia la Kaaba, el poliedro negro, que parece guardar relación con otro eje de la tierra, uno que fuera perpendicular al eje de rotación. Uno que habla de la misericordia de Dios, de la gracia de Dios, que Alah es grande. Si a mí me hubiera tocado el Islam por religión estaría perdido. No por la doctrina, sino porque a duras penas con una brújula daría con la qibla. Debo confesar que como siempre he vivido entre montañas, siempre me guío con ellas para ubicarme, o si no me ubico con una construcción sobresaliente. Me parece largo el procedimiento de imaginar por donde sale el sol, para luego buscar la perpendicular y encontrar por ejemplo el sur. Si logro ubicarme y luego realizo un movimiento, dos minutos más tarde estoy desubicado, tengo que realizar el mismo procedimiento. Este conocimiento se pierde entre generaciones. Estoy seguro de que mis abuelos, o los abuelos de mis abuelos, o ancestros muy en el pasado, tenían la facultad de ubicar la estrella del norte con facilidad, o con sólo ver las constelaciones sabrían si es noviembre o diciembre. Esos saberes que eran útiles para la cotidianidad se han perdido. Me imagino que hoy por hoy, una aplicación en el celular o la tablet soluciona el problema de la qibla, pero son estos pequeños detalles de conocimiento que parece sacrificamos con la tecnología. Tal vez por ser colombiano, es que conozco el almanaque Bristol. Podría decir que es una aplicación vetusta, aclarando que es un texto, para saber de nuestros astros y nuestra relación con ellos. Sé que para un citadino no es importante saber cuándo es el tiempo de pesca, o el de siembra, o cuando cortar la guadua, pero ese conocimiento parece diluirse entre saberes campesinos. Pero lo más triste aun, es que no conozco historias que logren perpetuar estos saberes. Puede ser que no haya indagado sobre el tema, pero como tampoco soy antropólogo, no puedo asegurar que no existan. Me gustaría escuchar un cuento, colombiano desde luego, que contenga algunos secretos codificados que sean herramientas en los quehaceres del campo. Espero que al plasmar este interés alguien me tome por sorpresa y me narre una historia que encripte saberes perdidos. Hace algunos días conocí una aplicación que te mostraba las constelaciones, sin importar si es de día, con tal practicidad que podías ponerla frente a ti, con el horizonte detrás, y veías las posiciones celestes. Incluso si la ponías contra el suelo, podías ver las constelaciones que verían en su firmamento quien estuviese en el extremo opuesto del globo terráqueo. Creo que perder la antigua devoción por los astros, ha hecho que perdamos nuestra perspectiva como seres de un pequeño planeta. Como si se perdiera el respeto de la casa por conocer sus límites.

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