Me parece una coincidencia estar leyendo Historia del Cerco de
Lisboa y que me llegue un correo con la oración de adhan. Como si llegara el canto
del muecín desde el otro extremo del planeta. El almuédano llamando a todos
para inclinarse hacia la qibla, la dirección de la meca. Como si la humanidad
necesitara de la coalescencia en una sola oración. Todos emanando energía hacia
la Kaaba, el poliedro negro, que parece guardar relación con otro eje de la
tierra, uno que fuera perpendicular al eje de rotación. Uno que habla de la
misericordia de Dios, de la gracia de Dios, que Alah es grande. Si a mí me
hubiera tocado el Islam por religión estaría perdido. No por la doctrina, sino
porque a duras penas con una brújula daría con la qibla. Debo confesar que como
siempre he vivido entre montañas, siempre me guío con ellas para ubicarme, o si
no me ubico con una construcción sobresaliente. Me parece largo el
procedimiento de imaginar por donde sale el sol, para luego buscar la
perpendicular y encontrar por ejemplo el sur. Si logro ubicarme y luego realizo
un movimiento, dos minutos más tarde estoy desubicado, tengo que realizar el
mismo procedimiento. Este conocimiento se pierde entre generaciones. Estoy
seguro de que mis abuelos, o los abuelos de mis abuelos, o ancestros muy en el
pasado, tenían la facultad de ubicar la estrella del norte con facilidad, o con
sólo ver las constelaciones sabrían si es noviembre o diciembre. Esos saberes
que eran útiles para la cotidianidad se han perdido. Me imagino que hoy por
hoy, una aplicación en el celular o la tablet soluciona el problema de la
qibla, pero son estos pequeños detalles de conocimiento que parece sacrificamos
con la tecnología. Tal vez por ser colombiano, es que conozco el almanaque
Bristol. Podría decir que es una aplicación vetusta, aclarando que es un texto,
para saber de nuestros astros y nuestra relación con ellos. Sé que para un
citadino no es importante saber cuándo es el tiempo de pesca, o el de siembra,
o cuando cortar la guadua, pero ese conocimiento parece diluirse entre saberes
campesinos. Pero lo más triste aun, es que no conozco historias que logren
perpetuar estos saberes. Puede ser que no haya indagado sobre el tema, pero
como tampoco soy antropólogo, no puedo asegurar que no existan. Me gustaría escuchar
un cuento, colombiano desde luego, que contenga algunos secretos codificados que
sean herramientas en los quehaceres del campo. Espero que al plasmar este
interés alguien me tome por sorpresa y me narre una historia que encripte
saberes perdidos. Hace algunos días conocí una aplicación que te mostraba las constelaciones,
sin importar si es de día, con tal practicidad que podías ponerla frente a ti,
con el horizonte detrás, y veías las posiciones celestes. Incluso si la ponías
contra el suelo, podías ver las constelaciones que verían en su firmamento quien
estuviese en el extremo opuesto del globo terráqueo. Creo que perder la antigua
devoción por los astros, ha hecho que perdamos nuestra perspectiva como seres de
un pequeño planeta. Como si se perdiera el respeto de la casa por conocer sus límites.
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