Deláture

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miércoles, 6 de noviembre de 2013

Onerat Discentem Turba, Non Instruit

Llegué tarde a enfrentar mi página en blanco para el blog. Así que tomé unas frases de Historia del cerco de Lisboa, es decir, dejo unas frases de Saramago, y un párrafo del mismo autor sobre los errores según Bacon, en su Novum Organum.

“Y es que no hay nada que más fatigue a las personas que la observancia rigurosa de los principios, que antes de que la carne ceda ya flaqueó el espíritu” Saramago.

“Se duda, por ejemplo, aunque sea siempre cosa de buena prudencia dudar de la propia duda” Saramago.

“Divide él los errores en cuatro categorías, a saber idola tribus, o errores de la naturaleza humana, idola specus, o errores individuales, idola fori, o errores del lenguaje, y finalmente idola theatri, o errores de los sistemas. Resultan ellos, en el primer caso, de la imperfección de los sentidos, de la influencia de los prejuicios y pasiones, del hábito de juzgarlo todo según ideas adquiridas, de nuestra insaciable curiosidad a pesar de los límites impuestos a nuestro espíritu, de la inclinación  que nos lleva a encontrar más analogías de las que realmente hay entre las cosas. En el segundo caso, la fuente de los errores viene de la diferencia entre los espíritus, unos que se pierden en los pormenores, otros en vastas generalizaciones, y también de la predilección que sentimos por ciertas ciencias, lo que nos inclina a querer reducirlo todo a ellas. En cuanto al tercer caso, el de los errores del leguaje, el mal está en que muchas veces las palabras no tienen sentido, o lo tienen indeterminado, o pueden ser tomadas en acepciones diversas, y, finalmente, cuarto caso, son tantos los errores de los sistemas que no acabaríamos nunca si empezáramos a enumerarlos aquí. Válgase, pues, el corrector de este catálogo y prosperará, y sírvase también de los beneficios de aquella sentencia de Séneca, reticente como a los días de hoy conviene, Onerat discentem turba, non instruit, máxima lapidaria que la madre del corrector, hace muchos años, y sin saber latín y poquísimo de su lengua propia, traducía con natural escepticismo, Cuanto más lees, menos sabes”.


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