“Y es que no hay nada que más fatigue a las personas que la
observancia rigurosa de los principios, que antes de que la carne ceda ya
flaqueó el espíritu” Saramago.
“Se duda, por ejemplo, aunque sea siempre cosa de buena prudencia
dudar de la propia duda” Saramago.
“Divide él los errores en cuatro categorías, a saber idola
tribus, o errores de la naturaleza humana, idola specus, o errores
individuales, idola fori, o errores del lenguaje, y finalmente idola theatri, o
errores de los sistemas. Resultan ellos, en el primer caso, de la imperfección
de los sentidos, de la influencia de los prejuicios y pasiones, del hábito de
juzgarlo todo según ideas adquiridas, de nuestra insaciable curiosidad a pesar
de los límites impuestos a nuestro espíritu, de la inclinación que nos lleva a encontrar más analogías de
las que realmente hay entre las cosas. En el segundo caso, la fuente de los
errores viene de la diferencia entre los espíritus, unos que se pierden en los
pormenores, otros en vastas generalizaciones, y también de la predilección que
sentimos por ciertas ciencias, lo que nos inclina a querer reducirlo todo a
ellas. En cuanto al tercer caso, el de los errores del leguaje, el mal está en
que muchas veces las palabras no tienen sentido, o lo tienen indeterminado, o
pueden ser tomadas en acepciones diversas, y, finalmente, cuarto caso, son
tantos los errores de los sistemas que no acabaríamos nunca si empezáramos a
enumerarlos aquí. Válgase, pues, el corrector de este catálogo y prosperará, y
sírvase también de los beneficios de aquella sentencia de Séneca, reticente
como a los días de hoy conviene, Onerat discentem turba, non instruit, máxima
lapidaria que la madre del corrector, hace muchos años, y sin saber latín y
poquísimo de su lengua propia, traducía con natural escepticismo, Cuanto más
lees, menos sabes”.
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