Este es un primer
rescate en el ejercicio del blog. Hace rato no escribo para mi blog. Una desatención para conmigo que es imperdonable.
He estado distraído con actividades de una cátedra de ajedrez para profesores
de colegio. Cultura ajedrecística se llama el proyecto. Es increíble la
cantidad de profesores que desconocen el ajedrez. Siempre pensé que era un
conocimiento general, tal vez porque en mi infancia aprendía a jugarlo a
temprana edad. Hoy frente a setenta profesores ante la pregunta ¿Quiénes saben
jugar ajedrez? Sólo cuatro manos se levantaron. Aunque el propósito del
proyecto es la transversalidad para enseñar otra área del conocimiento, el
juego trae sus bondades. Bondades que no serán objeto de este pasaje del blog,
pero que me resulta insólito que el juego sea tan desconocido. Si alguna idea
me resultó del proceso, es que se puede hacer más llevándolo a la universidad,
donde los estudiantes, futuros licenciados, aprendan y se difunda con más
efectividad y prontitud. Pero el día pasó
por el espacio de la instantería, una tertulia alrededor de la literatura. Hoy
la instanteria el tema fue leer en voz alta, la verdad sólo rescato que me den
un impulso para escribir nuevamente, rescatar el olvidado egotorio.
En la noche
tuve tres llamadas seguidas y de consultas varias. Creo que la información que
manejamos en la actualidad es muy diversa. La primera llamada, una amiga, fue
para preguntarme si yo sabía cómo era la secuencia del código de barras.
Elizabeth. Una pregunta que respondía a su trabajo, pero me sorprendió no recordar
el tema, pero aún más me sorprende que ese tema no pudiese estar claro en la
internet. Lamentablemente no pude
aportar una solución. Recordé que ahora está el código QR. El cuadradito que
tiene cuadraditos al interior y su lectura se hace tanto horizontal como vertical.
Una lectura en matriz, una idea de avance que se le escapó a medio mundo, ahí
me dije, hasta yo puede ver esa posibilidad en su momento, pero la genialidad
está en la sencillez. Esta es una reflexión sobre nuestra ceguera a
oportunidades que cuando se muestra son ¡tan
evidentes!. Habiendo estudiado sobre el tema, a uno no se le ocurre esas vainas.
Lo que me dejó inquieto es que la forma en que llevamos la información, de
trazabilidad para el caso, ha cambiado de manera tan rápida, que ya espero la lectura en 3d. Parece que estoy envejeciendo a la
velocidad de la tecnología.
La segunda llamada, otra amiga, me pone You Know
I’m No Good, de Amy Wine House, que hoy vio en la internet a Roger Moore, que
Amy tenía razón, que ese si es un tipo elegante, que debió ser también el sex-symbol
de su abuelita, que le da pereza ver una película y que se conforma con los
cortos de youtube. Me sentí viejo hoy, y me imaginé viejo ayer. Ayer me
preguntó por Moore cuando me traducía una canción. Le hablé del flamante 007,
ella no le vio nada de inglés al nuevo Bond, Daniel Craig, yo sólo le respondía
por el agente que le gustaba a Amy. Me pareció interesante como un nombre suelto
en una canción, rescata de la tumba a un actor que desconoce una generación, y
más aún cuando la cantante que lo menciona ha fallecido.
La tercera llamada es
por un mp3 extraviado, un dispositivo de audio que se esfumó. Una llamada breve
por saber si yo tenía el aparato. Pero un niño acompañaba una amiga cuando
respondí la llamada. En la conversación salió lo del mp3, el pequeño sorprendido
me pregunta ¿Cómo se puede perder un mp3 si es una canción?. Para él, mp3 es un
archivo. Y tiene razón, pero al explicarle el sólo conocía los teléfonos móviles
o el computador. Luego, mi amiga le dijo que eso era un aparato viejo. Yo me
sentí viejo de nuevo, y en defensa de los dispositivos mp3 dije que son
populares todavía ¿cómo va a ser viejo un mp3 ya?.
Al final del día, una aromática de frutas con
la Sujeta, otra amiga, misma generación e igual sintonía. Hablar de familia, de
proyectos, de vacaciones. Temas que no cuestionaron por un momento mi
longevidad. Pero ahora que escribo me
digo, ¿esos temas no son de viejos?
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