“Ha
sido durante mucho tiempo mi axioma, que
las
pequeñas cosas son infinitamente lo más importante”.
Sir
Arthur Conan Doyle.
Encontrar un pelo en la
sopa es de mal gusto, pero de inmediato supone una deducción natural, una con
la que construimos un árbol de posibles fuentes para el asqueroso pelo. Después
de una tenue arqueada abdominal, o una ligera sonrisa -vaya uno a saber cómo responde
el comensal- sigue, aparte de la queja, la observación. De manera instintiva
nos fijamos si el mesero tiene cofia, o si logramos ver la cocina, donde podríamos
establecer el origen del desagradable cabello. Pero es cuando describimos el
pelo, cuando realizamos un primer ejercicio de piloscopia. Esa descripción que
refuerza la posibilidad de encontrar al dueño del repugnante filamento. El
color, el grosor, la forma, son características sustanciales, eso sin descartar
que ya pasó por nuestra boca, pero dudo mucho que la particularidad del sabor
sea una buena pista, y lo digo por la sopa, porque sin duda, si el rasgo fuera
muy distintivo, sería realmente grotesco tener que saborear los pelos de todos
en el restaurante. En fin, el estudio del pelo puede producir grandes ingresos
si de champú se habla. Pero nuestro interés es la piloscopia, como parte de la medicina
forense que se encarga del estudio del pelo. Una Técnica de Investigación que
anudada al Método Científico, da validez orientativa y probatoria, a nuestras
aseveraciones. Así es que fundado en los
resultados, si el pelo es más largo que un espagueti, puede ser de nuestro
vecino jamaiquino y rastafari, pero si estamos en un establecimiento militar,
podríamos decir que para ese largo pelo se reducen las posibilidades frente a
sí lo encontramos en la sopa de un convento. Así pues, el pelo resulta ser tan
interesante, y eso no solo para los calvos, sino para muchas ciencias. Su
estudio nos señala que es una formación proteínica de queratina con estructura
helicoidal, que surge de la piel, la epidermis. Al observar, hay un extremo que
es libre y del otro hay un ensanchamiento donde se llega a la raíz, llamada
también bulbo, que es donde el pelo se implanta en la dermis, y es de donde se
puede extraer ADN. Aunque la ciencia forense, también puede lograr ADN
mitocondrial, del extremo delgado y sin núcleo o medula, y en ambos casos
facilitar encontrar al personaje que nos
quitó el apetito. Pero también, menos contundente que el ADN, una descripción
de su cutícula, la corteza y la medula, podrían permitir en suma, con otras
indagaciones, una orden sujeta a control de garantías para empezar una
investigación. No obstante, cada caso en concreto haría relevantes variables
como: el cuerpo del cual proceden, si el pelo es cortado, afeitado, arrancado o
caído, la edad del que lo peinó con esmero, la raza, el sexo -claro está si
existió o no relaciones sexuales, es más fácil con otro tipo de pruebas, pero
aquí nos referimos al género- si esta
tinturado, si el individuo tiene una determinada profesión, traumatología del
pelo, agentes tóxicos en el cuerpo del individuo, el grupo sanguíneo, si es un
cabello sano o padece alguna enfermedad, trazas de elementos inorgánicos o de
residuos de disparos, o ¡en la peor de las sopas¡ Si es de animal o si procede
de un ser vivo o muerto. Pero encontrar el dichoso pelo en circunstancias menos
mediáticas a la de la sopa puede resultar engorroso. Si, la evidencia traza,
son los EMP (Elementos Materiales Probatorios) o EF (Evidencia Física) que por
su cantidad, tamaño o naturaleza son imperceptibles a simple vista, es decir,
el problema fue encontrar el pelo, porque si no lo tragamos sin darnos cuenta,
es como un posible homicidio donde no hay cuerpo, es sólo la duda la que nos da
malestar abdominal. De manera que los EMP pueden ser vidrios, sangre, pintura,
residuos de pólvora, fragmentos de hueso, marcas de mordeduras, golpes, en fin,
toda alteración de una realidad que nos dé información sobre lo que estamos
buscando, como el pelo del que venimos hablando. Es aquí donde aparecen los
medios tecnológicos y técnicos para su búsqueda, recolección e identificación.
En este punto conviene hablar de Edmon Locard, francés y pionero en esto de
hablar sin pelos en la lengua, cuando de criminalística se trata. Es famoso por
enunciar el "Principio de intercambio de Locard", o de transferencia
de materia, que establece el axioma que: entre dos objetos que entran en
contacto entre sí, transfieren parte del material que incorporan al otro objeto
en sí. Aquí, no se puede olvidar que el principio está funcionando también
cuando se buscan los EMP, es por eso, que los guantes y trajes de Bioseguridad protegen
al recolector y evitan contaminar el lugar de los hechos. En conclusión, si hay
contacto hay evidencia. Pero el asunto es encontrarla, algo que implementa la
conjugación de Técnicas de Manejo del Lugar de los Hechos, métodos de fijación,
entre otros. Las fuentes de luz alternativas, facilitan encontrar EF. Son luces
monocromáticas con anchos de banda determinados que mejoran el contraste, o
permiten la fluorescencia para encontrar EF, evitando también posibles
alteraciones que otras luces pueden causar como deteriorar el ADN, o provocar
reacciones no deseadas. En la práctica se usan luz blanca, azul, verde,
amarilla, naranja y roja, además su uso está apoyado con gafas o filtros para
su implementación. Es así, como sumado a la paciente labor del criminalista en
la búsqueda, se suma la de recolección, embalaje, rotulación, cadena de
custodia y en fin, toda la hermenéutica propia orientada por principios de
identidad, integridad, preservación, seguridad, almacenamiento, continuidad y
registro. Como se puede uno imaginar, y ahora es fácil con CSI por TV, si la
evidencia es biológica, puede derivar de un animal, vegetal o persona, con lo
que entrarían en juego otras ciencias. Es así como las manchas también dan
información no sólo por su esencia, sino por su forma, que nos hablan de
velocidad, dirección, sentido. Todo esto posible de descifrar con las luces
forenses. Y es así, como al llegar las luces, las cosas se diferencian. Como
cuando llegaron al manco novelista, poeta y dramaturgo español, que con la luz
de una tenue vela, hizo contrastar esa Mancha, esa donde un viejo hidalgo y su
compañero libraron al mundo del miedo, la ignorancia y la injusticia. Como
cualquier criminalista. Es así como espero ver el próximo pelo en la sopa.
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