Siempre que me siento a colgar algo en mi blog, me es difícil
la primera frase. Pues ya está escrita. Así que puedo seguir. Me resulto urdidora
una pregunta que me hicieron hoy. Ante una frase suelta que solté, me
cuestionan por el significado. En una conversación donde el tema subrepticio
era la paciencia, atiné a decir: “el diablo sólo tiene que esperar a que todos
lleguen al infierno”. Una oración que me resultó adecuada para el tema, pero
que me pidieran explicar eso, me pareció desafortunado. Es como si alguien se
pusiera a explicar un poema, la verdad, me parece un maltrato a la imagen. Aunque
confieso que tener en cuenta el contexto cultural, social y filosófico del
autor y la obra, te dan más agudeza al percibir la imagen, tal vez siempre será
necesario el contexto para degustarla. No sé porque recibe uno esas preguntas. El
texto, así sea oral, si se le exige una operación de comprensión estará
influenciada, viciada, a lo mejor el encuentro era mejor sin esa previsión. Es
bueno leerlo por causalidad, pero sentirlo por casualidad genera otra
percepción. Me es difícil expresarme en este tema, el del trascender de las
palabras. No creo que con esto diga algo que no haya sido abordado por los
expertos. Estoy seguro que si releo el Arco y la Lira de Octavio Paz volveré a
revisar otras miradas. Este es otro libro infinito. Así llamo a los libros que
puedes releer y encontrar de nuevo algo que pasó desapercibido. Hoy el grupo de la Instantería habló de Roald
Dalh. Me dejó sorprendido que yo haya visto tantas películas basadas en la obra
de este autor, y no haya leído una sola. Tengo que admitirlo, la obra ha
influenciado a generaciones. Después del almuerzo me encontré con un conocido
que escribe poesía. Por respeto a lo que hablamos no lo llamo poeta. Es escéptico
ante su producción, pero yo diría que es sobre sí mismo. Yo igual que él
tampoco reconozco sus virtudes, y más nos inclinamos en manifestar vicios
propios. Hay un generalizado tema presente en este tiempo y lugar, así me lo
parece, es un reconocimiento interior por nuestros vicios y no por las
virtudes. Todo parece ser un truco de impacto. Lo cierto es que le pregunté si
era capaz de decir que es poeta, me dijo que no, que el trato sería excluyente,
que el paradigma actual no le brindaría oportunidades si dice que ese es su oficio.
Lo invité al taller de poesía el viernes en la Biblioteca Darío Echandía. La
conversación me puso a pensar sobre el oficio. El poeta no tiene título. Y yo,
la verdad desconfiaría si alguien aparece con alguno. Pero revisando lo que
hablamos, yo sólo llamaría poeta, al que dejó esa sensación de plenitud, al que
regaló un texto como quien te regala una escafandra, una con el equipo
necesario para sumergirte en tu propia existencia. Es así como lo siento ahora.
Pero creo estar seguro de algo, es que todos “los poetas”, se sientan frente al
papel a dejar un ejercicio de creación, que si llega el caso, dejaran que se
publique o por lo menos intentarán hacerlo, y aunque lo dejen al viento, esperaran
que por un instante haga en él lo que otro texto hizo, así se desvanezca, así
no recuerde las palabras de ese encuentro.
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